jueves, 7 de enero de 2010

Segundo domingo de adviento 6 de diciembre de 2009

Continuando con este intento por esclarecer las palabras de Dios, que no son otra cosa sino la misma idea a través de muchos mensajes, llegamos al segundo domingo de Adviento. Hagamos un breve paréntesis aquí, para entender qué es el adviento.

El adviento es un periodo de 28 días en el que nos preparamos para recibir a Jesucristo. Pero ¿qué quiere decir recibir a Jesucristo? Recibir a Cristo es prepararnos física, mental y espiritualmente para amarnos a nosotros mismos, amar a los demás y amar todo nuestro entorno.

¿Y qué dijimos que es amar? Aquí entraríamos en discusiones filosóficas donde cada quien ve al amor con una tesitura diferente, pero que al final todos los caminos o enfoques que utilizáramos para explicar al fenómeno se puede resumir en un fenómeno espiritual, mental y físico en donde entras en la piel del otro y lo comprendes, sientes piedad por él. Es un grado mayor a la empatía.

Esto es amar y esto es recibir a Dios y para ello nos preparamos por cuatro domingos (que realmente debería ser todos los días del año) fortaleciendo el amor, la paz, la tolerancia y la fe. En cuanto a esto, hay que poseer fe, es decir confianza, en que al seguir a Jesucristo, estamos siguiendo el camino del amor, a través del cuál tendemos a tolerar a los demás porque los hemos comprendido lo cuál inevitablemente nos hará tener paz en esta vida, que continuará después de la muerte.

Por ello, las lecturas del día de hoy se enfocan en la promesa "porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con la misericordia y la justicia que vienen de él" (Baruc 5: 9), en donde Israel representa a todo aquél que cree en un solo Dios y creer en un solo Dios quiere decir que creemos en que todos estamos unidos a través del todo y por lo tanto aquello que le ocurra "al más pequeño de mis hijos" no sólo se lo estaremos haciendo a Dios, nos lo hacemos a nosotros mismos y si nos lo hacemos a nosotros mismos, entonces no nos amamos y jamás estaremos tranquilos.

Amor es todo lo que necesitamos (decían Buda, Artistóteles, Cristo y hasta los Beatles) y es verdad, porque con esta mera acción logramos estar conectados con nuestros hermanos y hermanas, dejamos de verlos como objetos para saciar nuestro placer y nuestra ambición, nos desprendemos de esa piel de egoísmo que no hay que confundir con los instintos de supervivencia, pues estos últimos nos permiten apreciar la vida y amarnos, mientras que el egoísmo, aún cuando la supervivencia está asegurada, es una pequeña voz que nos llena de incertidumbre y para apagarla comenzamos a rodearnos de "seguridad" y en ese camino ambicionamos, y en ese camino (donde no sabemos si hoy es el último día) buscamos esos minutos de placer y en ese camino nos perdemos y hacemos daño no sólo a nuestro cuerpo, yendo contra la propia supervivencia de donde partió todo, sino contra gente que no tenía porqué morir en la vorágine de nuestros temores y también mueren los animales y las plantas y el mundo con nosotros.

Para desprendernos de esa incertidumbre que se "soluciona" con el egoísmo, hay que amar, hay que amar para que entendamos nuestra vida que es entender la de los demás, "y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, con que podáis aquilatar los mejores para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo" (Filipenses 1:10).

Por eso entra en este domingo la figura de Juan el Bautista, quien a través de su pasión buscaba abrir los ojos de los egoístas del tiempo de Jesús, esos egoístas que han vivido como lacras por toda la eternidad y que se han colado a las instituciones religiosas y a la política y a las familias y al comercio y son los que, como un tumor, llenan nuestras mentes con incertidumbre para tratar de alargar su muerte.

El Bautista decía "Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios" (Lucas 3: 4-6). Así yo les pediría que primero entendieran a su prójimo, se metieran en su piel, lo comprendieran, lo amaran y entonces le ayudaran a entrar a los caminos del amor que es lo que nos permitirá a todos, como raza humana, vivir en una perfecta armonía como la que nunca hemos sentido.

Pero es necesario que todos, hasta el más pequeño de los seres esté en la misma dinámica; que sea católica (universal) la actitud de amor; que no sólo sea un sentimiento que se esfuma como el parpadeo; que sea católico el amor; que sea católico el entender; que sea católica la paz; que aunque creas que Lutero tenía razón, o que es Mahoma a quien se le reveló Dios, o que sigues esperando al Mesías, o que simplemente sólo piensas que la ciencia es la única forma de conocer o vivir rectamente, que aunque la figura central de tus pensamientos no sea Jesús, sí lo sea el amor, el amor como lo he explicado en esta entrada, el amor que nos permitirá a ser todos un mundo.

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