domingo, 3 de enero de 2010

Domingo, Enero 3, 2010: La Epifanía del Señor (Solemnidad)

Dice el Evangelio de hoy que llegaron los Reyes Magos a ofrecerle incienso, mirra y oro al niño Jesús (Mateo 2: 11), pero no venían a ofrecerle cosas materiales, venían a ofrecerle lo mejor de cada uno y esto es lo que no nos han enseñado a ver en las iglesias. Hace mucho tiempo (y en algunos lugares esos años pasados siguen ocurriendo como en la novela de Pedro Páramo) el rico era mal visto por sacerdotes pero al momento de ofrecer cosas a Dios, no reparaban en gastos, sin darse cuenta de que lo que Dios quiere es que le ofrezcamos lo mejor de cada uno de nosotros y no para él sino para compartir nuestras bondades con el mundo y con nuestros hermanos.

¿Por qué es que la Biblia demuestra una enorme piedad con los pobres y a los ricos los vitupera si al final las riquezas y los tesoros y los impuestos y todo será rendido al Hijo de Dios? Será quizás porque las traducciones suelen no distinguir las pequeñas desviaciones que los conceptos encierran. Si en lugar de utilizar la palabra pobre, prefiriéramos humilde, entonces no hablaríamos de riqueza, sino de la forma en que vivimos. Se puede ser millonario pero humilde y también se puede ser pobre pero soberbios. En este sentido aquél que es rico puede darle a Dios muchas cosas, alegrías, pensamientos, buenas acciones y aquél que es pobre sólo podrá darle dinero.

Los escritores de la Biblia intentaron mostrar al mundo el hecho de que es la humildad la que nos llevará al reino de los cielos, entendiendo este lugar como aquel donde la felicidad es absoluta, pues al estar unidos al todo experimentamos una tranquilidad sobrehumana. Este es el famoso misterio del que se habla en Efesios "cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio" (Efesios 3: 3). El famoso misterio no es otro más que amar al otro, y amar al otro no quiere decir intercambiar líquidos o fluídos, sino entenderlo, entrar en su carne y comprender porqué sufre o porqué se alegra; y para amar hay que ser humilde, pero no pobre, hoy por hoy nos refiere a no poseer riqueza y se puede no poseer riqueza pero ser humilde o poseer demasiada riqueza y seguir siendo humilde. El problema con la riqueza es que en muchas ocasiones viene acompañada del poder y el poder nubla la mente y nos convierte en egoístas, soberbios, incapaces de entender a los demás y por lo tanto incapaces de amar y de experimentar el estado Zen, el estado de quietud, de tranquilidad: estar en gracia.

La lectura de Isaías de hoy dice: "Tú entonces al verlo te pondrás radiante, se estremecerá y se ensanchará tu corazón, porque vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti. Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahveh." (Isaías 60: 5 y 6). ¿A caso son las riquezas las que hacen grande a Dios? No, lo que lo hace grande es la unidad de los pueblos y de los corazones y al mismo tiempo el no darle la importancia tan desmedida que se le da hoy en día a los productos. Lo que hace grande a alguien es valorar a sus semejantes y a sí mismo por cuán honorable es y no por cuánto dinero puede tener o cuantas cosas puede comprar.

El hecho de que el Salmo de hoy nos diga: "los reyes de Tarsis y las islas traerán tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos" (Salmo 72: 10) no quiere decir que Dios o Yahvé o su Hijo exijan tesoros, quiere decir que recibirá lo que es más importante y lo que debería ser más importante es la fortaleza que nos permitirá ser prudentes, ser justos y ser templados. Al final, el mismo Salmo dice que Dios se apiadará del "débil y el pobre". Error de traducción: se apiadará del humilde, se apiadará de aquél que sepa rendir su ego hacia los demás y a hacia su entorno, se apiadará de aquel que actúe a favor del bien; todos los demás, los egoístas y los ruines, los que prefieren actuar "porque es mi vida y yo sé lo que hago con ella" sin darse cuenta que sus actos recaen en el Todo, ellos son los débiles y los pobres y no tienen qué ofrecerle a Dios ni al mundo ni mucho menos a ellos mismos.

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