domingo, 10 de enero de 2010

Domingo, Enero 10, 2010 El Bautismo del Señor

"He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones" (Isaías 42: 1). Así comienza la primera lectura del día de hoy. Habla del Mesías, aquél que llegará a la Tierra a demostrar que en el AMOR encontraremos la tranquilidad y la felicidad que tanto buscamos. Permítanme decir, de nueva cuenta, que no se trata de la relación física: Amor quiere decir entender más allá de todos los límites. Quiere decir traspasar fronteras corporales, fronteras mentales y espirituales, conocer al otro y entenderlo, comprenderlo, vivirlo. De esta forma podremos saber porqué actúa como lo hace y podremos ayudarle a ser encontrar ese equilibrio que a muchos nos hace falta.

"Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes" (Isaías 42: 6), está hablando de Jesús, es verdad, está hablando del modelo al cuál todos deberíamos aspirar. Está hablando de un símbolo que nos une a un significado: el AMOR. En estos días se ha desatado una pequeña pugna en las redes sociales a favor o en contra de un comentarista (Esteban Arce) que refirió en su programa de televisión una opinión a cerca de la homosexualidad. Muchos se sintieron aludidos, otros ofendidos, algunos más insultados, muchos comparten la opinión del comentarista, pero casi todos cayeron en la desgracia de comenzar un fenómeno conocido como "lenguaje del odio".

Ninguno fue capaz de intentar comprender al otro y antes prefirieron atacarlo. Y como este hay millones de ejemplos en toda la historia de la humanidad. Precisamente este tipo de actitudes son contrarias a Jesús, contrarias al Amor, porque nadie está dispuesto a entender al otro y tratar de explicar sus puntos de vista para que la armonía regrese. Antes prefieren insultarse y sentarse como piedras, inmóviles y sin oídos.

"¡Rendid a Yahveh, hijos de Dios, rendid a Yahveh gloria y poder!", (Salmo 29: 1) parecerían cantar los cielos a los corazones de las personas egoístas. Rindan su egoísmo, rindan su odio, rindan su enojo, rindan las pasiones desbordas, equilíbrense con el todo, sean parte del todo nuevamente. Ríndanse como lo hizo el propio Jesús ante el Bautista. Él rindió la posible soberbia de saberse el "Elegido" y se bautizó, por eso todos, al ser bautizados, estamos aceptando seguir el modelo de Jesús. Y no es necesaria el agua y la ceremonia para bautizarnos, simplemente con luchar contra nuestro egoísmo y tratar de que nuestras acciones vayan encaminadas a el bien propio, el bien de los demás y el bien del entorno estamos asegurando que Dios (el Todo) diga desde los cielos "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco." (Mateo 3: 17)

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