jueves, 7 de enero de 2010

Primer Domingo de Adviento 29 de noviembre de 2009

Con esta entrada comenzamos la explicación de las palabras de la BIBLIA, que en muchas ocasiones son mal interpretadas por los que deberían guiarnos y bien interpretarlas para nosotros, y lo hacen más por error que por mala voluntad.

La doctrina de Cristo (que es católica, es decir, universal, y no por ello perteneciente a un grupo) es sencilla y se basa en un simple camino: el amor. Es el amor hacia uno mismo, amor para con los demás y amor para con el entorno. Y este amor busca luchar con el verdadero diablo que es el egoísmo. Satanás es el arquetipo de la maldad porque se hizo vanidoso y sólo pensó en sí mismo: se hizo egoísta, y en ese sentido es cómo podemos definir lo que está mal de lo que está bien, ontológicamente hablando. Es decir, aquello que se hace por el simple beneficio propio está mal. Sencillo.

Decíamos que el amor es el camino que nos enseña Cristo, y este amor ¿a dónde nos lleva? Nuevamente es fácil la respuesta: a la tranquilidad; y la tranquilidad se encuentra en la perfecta armonía, en el equilibrio, en Dios. Por ello, el 1º domingo de adviento, lo que nos pide y a lo que nos prepara es a observar a un hombre que se hizo Dios (no un Dios que se hizo hombre) que es lo más valioso, pues esto nos hace saber que todos somos capaces de disolvernos con la eternidad y vivir en esa paz que siempre buscamos, aunque algunos no quieran aceptarlo así.

Así pues, las Sagradas Escrituras del domingo pasado dicen: "En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros" (I Tesalonicenses 3:12-13). ¿A qué se refiere? Sencillo: a amarte a ti mismo, pero nunca por encima de los demás. Dirigir tus actos pensando en que no te hagan daño a ti, en que no hagan daño a los demás y no hagan daño al entorno.

Para buscar el amor (no la relación sexual) debemos buscar el camino que nos hará darnos cuenta que estamos rodeados de gente semejante a nosotros y no sólo eso, nos dará luz para entender que estamos conectados con las demás personas y con el medio ambiente a través de las pequeñas partículas que la ciencia ha logrado descubrir.

Una vez que comprendamos que no estamos solos en el universo, tenemos que realizar la tarea de comprender a nuestros semejantes, quizá la tarea más difícil de todas las que podremos hacer en nuestra corta estadía como seres humanos.

Todos somos parte de Dios, porque Dios no es una persona, es el todo. Aunque seamos independientes de él, estamos en él, y sólo amando, es decir logrando la empatía máxima con los demás, entendiéndonos, sintiendo al árbol, a la libélula, al hombre que va a tomar un taxi, sólo así logramos amar y estar en camino a la felicidad máxima.

La primera lectura dice: "Mirad que días vienen - oráculo de Yahveh - en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: Yahveh, justicia nuestra." (Jeremías 33:14-16). ¿A qué se refiere? Nos dicen que hay posibilidades de que exista un hombre que nos enseñe, que nos demuestre que será capaz de ser Divino.

Lo toral de la filosofía cristiana no es la muerte de Cristo y su resurrección "mostrándonos que hay vida después de la muerte"; lo verdaderamente hermoso es ver a un hombre que es capaz de renunciar a sí mismo atentando contra su vida (el extremo opuesto al egoísmo) no para salvarse a sí mismo, sino para salvar a todos los demás y con este acto de interés en todo y todos, recorrió los caminos del amor hasta hacerse uno con la manta que lo es todo.

Finalmente, el evangelio de Lucas nos muestra un lugar en la tierra común, lleno de tormentos, de tristeza, de ira, de todos los sentimientos que son provocados por el egoísmo, pero que al mirar a Jesús, y tomar su ejemplo, el ser humano encuentra la perfecta armonía y con ella a Dios.

Seguir a Jesús no es dejarse la barba (si asumimos que Jesús era como es la imagen comúnmente aceptada) y el pelo crecido, o caminar con túnicas blancas, o encerrarse en un desierto o ser célibe. Tampoco es seguir tradiciones a diestra y siniestra. AHÍ ESTÁ EL DETALLA: seguir a Jesús es más sencillo y Él mismo así lo dio a entender: amaos los unos a los otros; dejad vuestro egoísmo a un lado y amad (entiende a los demás, métete en su piel, mira con sus ojos, canta con su voz).

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