El otro día decidí ir al cine. Digo el otro día como si fuera hace poco, pero realmente pasó hace mucho, por ahí de marzo del 2007. Iba a ir con Carolina, Borrego y Marce Marce a ver el estreno de una película muy esperada por muchos: 300. Realmente tenía ganas de que fuera muy buena y no como la película Conquistadores -una mala adaptación de Rambo, en la época cuando los vikingos exploraban las tierras de los indios de norteamérica.
Finalmente ocurrieron algunos imprevistos que me impidieron verla con Carolina, Borrego y Marce Marce, pero resultó que finalmente pude ir a verla con Augusto, Mel y Moris (Mauricio) Vite. Simplemente genial, fue mi primer crítica. Una par de días después vi nuevamente 300 en compañía de mi compañera del alma Carolina, y mi crítica fue simplemente estupenda, aunque ya empezaba a resentir las primeras escenas que se me hacían un poquito aburridas. Cinco días después, fuimos mi hermano y yo a verla. Genial, pero me aburrí al principio. Sin embargo, el resto de la película fue lo suficientemente bueno para que me volviera a gustar.
Los efectos visuales y la carga dramática de la historia son muy buenos. Un producto hollywoodense bien logrado, que nos muestra lo típico en cualquier historia épica aunado con la espectacularidad que caracteriza al cine clásico estadounidense. Sin embargo, mientras veía la película una y otra y otra vez, me saltó, me reafirmó y me convenció una idea que muchos de ustedes seguramente alcanzaron a ver, y si no, pues les cuento de una buena vez.
El discurso político que maneja la fermosísima reina de los Espartanos. ¡Me pareció realmente terrible! Para empezar regresó al choteadisimo y difamadísimo concepto de libertad que tanto pregona el impero gringo. Pero lo más interesante es ver cómo la reina, nuestra martir, la que dio su cuerpo por "salvar" a su esposo y a su reino, a su tierra, a sus mujeres, la que fue sobajada por la crueldad y la avaricia del malvado político que quiere QUE NO HAYA GUERRA, se presenta frente a todo un grupo de representates del pópulo, y les pide que, en nombre de la libertad, en nombre de sus hijos, en nombre las hamburguesas con catsup y en nombre de su madrecita santa, MANDEN MÁS EFECTIVOS PARA AYUDAR A SU GALLO.
Como diría el buen Dehesa: ¡PASUMA...! Ya le hacía falta en los Estados Unidos una nueva historia épica que le lavara el cerebro a los nada difícil de convencer ciudadanos americanos. Es genial, y regresamos a los albores de la propaganda. Utilizamos la hazaña de 300 soldados frente a un ejército que viene de ASIA, específicamente de PERSIA. Y se encuentran con una terrible noticia: la avaricia de sus políticos (no de todos, pero sí de algunos) los obliga a dejar las armas, para regalar el cuello al PERSA, para regalar su LIBERTAD.
Si no es suficientemente claro, hagamos la analogía más clara: 300 soldados al mando de Leónidas se enfrenta a un gran ejército, majestuoso pero bárbaro, sin educación guerrera, que viene de PERSIA. Ahora cambiemos el nombre de Leónidas por George Bush y el de PERSIA por Iraq. Los políticos vendidos son los que están contra la guerra, y los políticos cegados son los que son leales a la libertad que defiende Bush, pero que tienen una venda en los ojos.
Es increíble cómo vuelve a utilizar el viejo truco de la bala mágica. La usaron para descubrir al asesino de Kennedy y la usan a ahora para lavar el cerebro de los pobrecitos americanos, que viven en una ignorancia sorprendente, pero eso sí (algunos) con harta lana para pasearse por medio mundo enseñando su american way of life. ¡Chale! Y al americano que quiere salirse de ese juego del mal, lo agarran por los cojones y les dicen: Un pinche coreano se acaba de chingar a tres docenas de estudiantes, ¿cómo la ves? ¿Todavía crees que es necesario bajar las armas?. Y por si fuera poco, ahora el propio Bush ya vetó una ley en donde se pedía el regreso de las tropas. El engranaje empieza a mostrarnos hacia dónde va todo.
Acaba de salir otro insolente quien mató a un estudiante en su residencia. Quizá sea un hecho aisaldo, pero le sigue dando sabor al caldo. Hay que abrir más los ojos para ver hacia dónde se cae el barco, pues como lo dice LUGO (profesor memorable que tiene una visión tremebunda y al cual admiro demasiado) las pulgas deben salirse del perro americano. O nos movemos, o van a arrollar a nuestro dogo y entonces sí, ya nos cargó la reverenda...
La foto la tomé aquí.
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